"Ven. Siéntate conmigo en el césped
antes de que otro césped crezca con tu polvo y el mío."

(Omar Jayyam, Rubaiyyat)

martes, 31 de mayo de 2016

CUESTA DE LOS CHINOS (galería fotográfica)



CUESTA DE LOS CHINOS

(galería fotográfica)














Mi ideario eran preguntas
buscando escapar del laberinto de las respuestas.







La sangre que corría por las venas
bebió de la tierra, de la luz y del deseo, que mueve el mundo.










La luz peina sus enigmas
en las almenas oxidadas de la memoria.










El agua subterránea alimentaba
el humilde esplendor de las celindas...







...pero el mayordomo de ultratumba
las condenó al altar del remordimiento.










Qué íntima soledad
de mimbres jóvenes y de exorcismos viejos.













Mirar la luz deslumbra
al ojo atrapado en los engranajes de la rutina.










Los balcones iban cerrándose
al paso marcial de las incógnitas, ahorcadas en el crucifijo...







...los pastores vigilando
la pingüe uniformidad de los ganados.




Memento mori, ronronean los relojes.
Recuerda que has vivido, el instante que escapa.






Granada. Cuesta de los Chinos...

Tentado estaba de decir que se trata de la más hermosa de las bajadas desde la Alhambra a la ciudad, si ello no fuera desmerecer otras alternativas: la Cuesta de Gomérez, con sus aceras empedradas, surcadas por pequeñas acequias de agua cascabeleando en pendiente, entre los bosques de la Alhambra, hasta llegar a Plaza Nueva; o por Antequeruela Baja y el Carril de San Cecilio, en paulatina simbiosis con el peculiar barrio del Realejo, entre magníficas vistas de la ciudad y lo que queda de su vega, hasta desembocar en el Campo del Príncipe.

La Cuesta de los Chinos es la menos frecuentada, acaso por lo recóndito y despoblado de su recorrido, siempre al pie de las murallas laterales de la Alhambra, encajonada en una empinada garganta de tierra roja, en íntimo diálogo entre la piedra antigua, la vegetación siempre renovada y escondidos cursos de agua; termina abriéndose al horizonte, un horizonte de altos cielos azules sobre el barrio vecino del Albayzín, y viene a desembocar con unánime donaire en el sin par Paseo de los Tristes, al pie de los airosos torreones de la Alhambra.

Transitar por este camino es vivir la eternidad del tiempo inmóvil, detenido, el tiempo de la hormiga y de los siglos, el tiempo de la tierra y de las sucesivas generaciones de las hojas, el tiempo de la intimidad estética y de la hermosa plenitud de lo efímero.

Como si conservara entre los muros y la montaña la reverenciosa memoria de su antiguo uso: por allí subían los cortejos fúnebres de aquellos que iban a ser enterrados en el cementerio, situado en la parte más alta de la Alhambra. De ahí su otro nombre, Cuesta de los Muertos, así como el del paseo antes mencionado, el Paseo de los Tristes.

También se la conoce como la Cuesta del Rey Chico, en referencia a una de las leyendas moriscas que confieren a la ciudad antigua ese halo de romanticismo decimonónico.


Si quieres más información sobre este lugar, puedes consultar aquí, o también aquí.

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