"Ven. Siéntate conmigo en el césped
antes de que otro césped crezca con tu polvo y el mío."

(Omar Jayyam, Rubaiyyat)

lunes, 30 de junio de 2025

LA PALABRA (relato)


 



LA PALABRA

Antes de que existiera esa palabra y quedara instaurada como moneda de cambio oficial en las transacciones personales, ni siquiera sabía si tenerme por un incomprendido o un sinvergüenza o incluso un pervertido en el terreno de las relaciones humanas. Unos y otras, en cuanto accedían al fondo de intimidad en que mi propio ser se debatía, terminaban tomándome siempre por un fraude, alguien que en realidad no es lo que aparenta y burla la confianza para que le empollen el huevo en nido ajeno. Yo mismo porfiaba entre considerar mis propios instintos un disturbio de personalidad o sencillamente mirarme al espejo y decir tú lo que eres es un caradura, que pretendes estar al plato y a la tajada; pero ninguna de estas explicaciones me resultaba satisfactoria cuando, al intimar con alguien que realmente me importaba, independientemente de su sexo, siempre terminaba sumiéndome en un poso de soledad y de renuncia sin cuya satisfacción yo sería necesariamente un falsario para esa persona, de modo que indefectiblemente, para salvar la situación, o dejaba de ser yo mismo como ente complejo y completo o acababa metiendo la pata y destruyendo las condiciones de exclusividad, no ya individual, sino incluso exclusividad de género, en que se basan y a las que nos atenemos quienes formalizamos una relación más allá del encuentro fortuito. Yo tenía un problema, sí, pero la raíz del problema se hundía en la indefinición para poner una estructura verbal a la vorágine  de mis impulsos y mis apetitos, no sabía cómo concretarlos en una definición coherente ni para mí ni mucho menos para el otro. Lo mío ¿era un problema moral, social, psíquico? Y, sobre todo, ¿era un problema en sí o un problema en el trato con los demás?

     Luego apareció la palabra, primero tímida y aséptica, en bata de laboratorio, término científico para debate en claustros y congresos, imposible identificar con ese término médico las tormentosas voluntades del corazón; luego saltó de boca en boca de manera mucho más explosiva, como bandera o como arma arrojadiza contra el inmovilismo intolerante y controlador en los foros públicos; inmediatamente después la adoptó la prensa, no sólo la especializada, también la prensa común de lectura y debate en la barra del bar o en las aplicaciones telefónicas, y la prensa la despojó del olor a producto farmacéutico y la echó a andar por las calles para que se moviera entre el tráfico y las gentes con la frente bien alta; de manera que aquella palabra acabó siendo moneda común y un respiro de normalidad para alguien como yo, que desde entonces tuve en ella una boya de definición a la que agarrar mis desvaríos, yo soy esto, yo soy esa palabra, no más un bicho raro, no más una extravagancia o un pícaro, sujeto único de esas voces interiores dispares y contradictorias que me conforman y me identifican y me conceden una entidad aceptable en la confusión de las relaciones interpersonales.

     Al principio, todo marchó bien, yo iba por la vida pisando firme un suelo en el que podía mostrar esa palabra como carné de identidad satisfactorio al ser cuestionado, ya no tenía que esconder mi naturaleza más íntima ni en el trabajo ni en la familia ni en la danza emocional de los compromisos, era libre. Sin embargo, cuando más seguro de mí me sentía, cuanto más claras eran las cláusulas de partida en la confrontación de un encuentro emocional, fuera con él, fuera con ella, siempre acababan surgiendo zonas oscuras, espacios poderosamente volitivos, curiosidades insatisfechas, células cuya electricidad chisporroteaba en cortocircuito, anhelos sumidos en la bruma pastosa de lo indecible, secreciones del sentimiento que escapaban a los límites conceptuales de la palabra y volvían a arrojarme a una confrontación dispar con el espejo. Porque ahora que había alcanzado la potestad social de ser quien soy, sentía esa palabra como un cerco, una empalizada que al protegerme me constreñía y me impedía acceder a espacios de sublimidad que no encajan en el área estrictamente delimitada por esas sílabas. Desde entonces vuelvo a buscar mi ser no en el dictamen público, no en el beneplácito o el descrédito ajeno, no en las definiciones aptas para rellenar fichas identificatorias, sino en el aleteo de lo fortuito que escapa a las palabras y a las definiciones y nos hace volubles, vulnerables, siempre insatisfechos, pero nunca claudicantes, nunca acomodados al retrato formal de la cartera.

     Te cuento todo esto porque leo en tus ojos la indefensión de la franqueza y quiero corresponder sin cartas trucadas, porque has de saber que lo que a partir de este momento establezcamos entre tú y yo no va a ser fácil, tendremos que trabajárnoslo en el día a día, tanteando y fracasando, probando y descubriendo o puede que incluso destruyendo, y acaso alguna vez lleguemos a surcar en una misma barca los procelosos mares de lo desconocido o nos alejemos uno del otro con el agridulce y generoso sabor de la nostalgia en los labios, pero eso sí que puedo asegurártelo, nunca aferrándonos al blanco comodín de las palabras y sus justificaciones sustantivas. ¿Estás dispuesto?

domingo, 15 de junio de 2025

EL AIRE EN LA VELA. FERIA DEL LIBRO DE MADRID (reportaje fotográfico)

 


84ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID


Viernes, 13 de junio de 2025, el día nos regaló un cielo límpido y una luz radiante para mi paso por la FERIA DEL LIBRO DE MADRID, la grande, como colofón de un largo año de presentaciones, ferias y actos en torno a mi último libro publicado, el poemario "El aire en la vela", magníficamente editado y arropado en su trayectoria por Bohodón Ediciones.

Fueron muchas las personas que a lo largo del día se acercaron a la caseta de la editorial para adquirirlo, saludar o simplemente charlar cordialmente un momento, en estos tiempos en que el diálogo se está convirtiendo en una aventura de alto riesgo.

Mi profundo agradecimiento no sólo a quienes hicieron del día una fiesta con su presencia, sino también a las numerosas personas que, lo sé a ciencia cierta, habrían querido estar pero complicaciones varias se lo impidieron, gracias a todas esas personas desconocidas que me prestaron un momento de atención para intercambiar algunas palabras y ofrecerles el fruto de mi trabajo literario, donde pensamiento y palabra buscan abrir cauces de comunicación.

Gracias a los organizadores del evento, con especial mención a todos quienes, desde la editorial, con dedicación entusiasta, contra viento y marea, lo hacen posible.


Gracias a los fotógrafos, David Casares y Javi Arellano, que con paciencia infinita se plantaron a pie quieto, bajo un sol de justicia, para realizar este pequeño reportaje fotográfico.

Hasta siempre, amigos.